Retomando el tema del post anteror, y una vez hecho el gazpacho, mientras enfría, Jaime se pone manos a la obra con el chutney de mango que acompañará al tataky de salmón.
Lo primero que hay que hacer es macerar las gambas en el zumo de una lima, cocinar con el acido de los cítricos es algo que nosotros no tenemos mucha costumbre, pero que cada vez se ve más.
Mientras las gambas se van haciendo, corta el mango en daditos no muy menudos.
Tambien pica media cebolla morada, pero esta vez si lo hace mucho más menuda, me cuenta la importancia de los cortes de los ingredientes que cada uno tiene su manera para lograr la armonía del plato.
Y procede a hacer lo mismo con un cuarto de pimiento rojo.
Puestos estos ingredientes en un bol, se le añaden las gambas, que previamente ha puesto un par de minutos al vapor utiliuzando un método que os voy a contar pues me pareció super práctico, poner un cazo al fuego con un poco de agua y una vez que esta comienza a hervir, colocáis las gambas en un colador sobre el cazo para que se hagan al vapor.
Para terminar el chutney de mango Jaime lo sazona, agrega cilantro picadito y le pone una especia que se llama harisa, que procede de Marruecos y que le da un toque maravillosamente picante al plato e impregna la cocina de un exótico olor.
Para terminar le agrega un chorrito de aceite de oliva virgen extra y revuelve todo para amalgamar bien los sabores.
Tataky es una palabra que denomina una técnica de cocina que consiste en marcar el producto en una sartén o plancha para que quede dorada por fuera y poco hecha por dentro. Perfecta para elaborar unos magnificos lomos de salmón.
Me cuenta Jaime que esta receta, de tataky de salmón con chutney de mango, se la contó un hippy alemán, de cierta edad, que conoció en Filadelfia y que vivía en un garaje haciendo artesanía tras haber recorrido medio mundo.
Para elaborar el salmón Jaime se hizo con unos lomos sin piel ni espinas a los que quitó también la parte oscura, para que el resultado sea perfecto. Calentó un poco de aceite en una sartén y con mimo, fue dorando los lomos, con el cuidado de que por dentro ni se pasen ni queden totalmente crudos (el punto cada uno pone el suyo).
Para rematar el plato lo saló con flor de sal de Isla Cristina que recomienda usar para salar aquellos platos que se sazonan una vez elaborados.
Para terminar con este completo y saludable menú que mejor que unas naranjas con azúcar y canela. Eso si cortadas en gajos con un buen cuchillo, imprescindible en una buena cocina.
Y, por supuesto, primorosamente colocadas en una fuente.
Toda la comida transcurrió en un divertido ambiente, donde no falto la buena charla y una multitud de anécdotas de todas clases. Sólo me queda decir ¡Gracias Jaime!. Un beso.
Q buena pinta todo!!!!
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