No concibo cocinar si no es para compartir, no hay cosa que más me guste que organizar un evento, donde la comida se mezcle con un agradable ambiente y una buena compañía. Tanto los platos que te planteas cocinar, como el menaje que vas a usar tienen que ir en consonancia con las personas con las que vas a compartir unos momentos que sin duda quieres que sean inolvidables.
En esta ocasión organicé una reunión de amigos en una maravillosa casona asturiana en cuyo corredor se filtraba una luz de atardecer que me dejó fascinada. La decoración se organizó por si sola, unas alegres hortensias (del propio jardín) dieron el toque de color a una mesa cuyo tono predominante era el verde.
El menú, pensado para no tener que trabajar a última hora, estaba compuesto por un salmón marinado acompañado de una sencilla, pero deliciosa mantequilla con mostaza , eneldo y pimienta negra molida, para untar en pan integral tostado.
Este entrante lo tomamos en la mesa de piedra que hay el el prado de atrás con unas fantásticas vistas a una centenaria panera asturiana que es una joya.
El segundo plato, ya sentados en la mesa, consistió en una pata de jabalí cocinada al vino tinto y aromatizada con un poquito de tomillo y de romero y acompañada por unos patatinos.
Para la elaboración del jabalí, y una vez deshuesada la pata, yo la introduje troceada en dados en un bol de leche cortada con limón y vinagre y la maceré en esto una noche.
Piqué groseramente 5 cebollas y muy finitas 4 zanahorias. En una pota grande con el fondo cubierto de aceite, doré los trozos de jabalí salpimentados y ligeramente enharinados (por tandas).
En el aceite de freír el jabalí añadí un par de dientes de ajo picados, la cebolla y la zanahoria y dejé pochar hasta que adquirió un bonito color dorado. Agregué media botella de vino tinto (ni pésimo ni maravilloso), un par de pastillas de caldo de carne y deje a fuego lento que la carne se ablandase (la paciencia es la madre de la ciencia)
Pelé los patatinos (como los llamamos en mi tierra), los freí para ablandar y cuando el jabalí ya estaba los añadí y di un hervor.
Para acompañar al jabalí nada mejor que un poco de repollo cocido, rehogado con ajito picado, guindillita que le da alegría y aderezado con un poco de la salsa del jabalí.
Para rematar este contundente menú que mejor que una deliciosa tarta que combina dos de los sabores que más me pueden gustar: café y chocolate. Un estupendo brazo gitano de bizcocho de chocolate y relleno con una refrescante y sabrosa crema de moca que coronó una cena de altura.
Esto que os he contado fue un bonito marco para algo mucho más importante, una reunión de viejos amigos, llena de risas y anécdotas de todo tipo que pienso volver a repetir tantas veces como pueda. Un beso.
Fotografía Mercedes Blanco.
Katy, es que cada vez te superas mas. Impresionante la comida y la casona. Es particular o casona rural? Me encanta…
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No es la casa de mi suegra. Gracias por tu cariño!
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